Se envió un “grupo de trabajo de operaciones especiales” (se desconocía la rama específica, pero podrían haber sido los Rangers, dado que el escuadrón desaparecido era el Ejército) para investigar. Siguieron un sendero accidentado y montañoso hasta llegar a la entrada de una gran cueva, donde descubrieron piezas dispersas de equipo y equipo militar estadounidense rotos.
Mientras el grupo de trabajo se preparaba para explorar las profundidades de la cueva, una criatura humanoide de aproximadamente 12 a 15 pies de altura con cabello rojo, seis dedos y dientes dobles emergió y atacó a los soldados. Este gigante empaló a uno de los miembros del escuadrón, conocido como ‘Dan’, con una lanza enorme antes de atacar al resto del equipo. Según se informa, se necesitaron 30 segundos de disparos sostenidos para someter a la criatura.
El escuadrón estaba bien armado, equipado con carabinas M4 totalmente automáticas, “carabinas de reconocimiento” semiautomáticas y rifles antimaterial M107 Barrett que disparaban rondas de calibre .50 BMG. Concentrar este nivel de potencia de fuego en un solo objetivo incluso durante un segundo, y mucho menos treinta, habría causado un daño significativo.
Según el testigo, el gigante llevaba unas cubiertas en los pies, parecidas a mocasines hechos de lona o piel de animal, y emitía un olor similar al de los cuerpos en descomposición. El cuerpo de la criatura fue transportado en avión de regreso a la base del escuadrón a través de un helicóptero y una red, luego cargado en un avión y llevado, para nunca más ser visto.
A su regreso, se pidió a los soldados que firmaran acuerdos de confidencialidad para evitar que compartieran detalles de su encuentro. El testigo explicó que decidió romper su silencio porque creía que “la gente tiene derecho a saber qué está pasando en nuestro planeta”.